La semana pasada Alberto Fernández declaró su
intención de ofrecer un canje a la "uruguaya". Tras esta declaración, los bonos en dólares
reaccionaron positivamente con subas de hasta 5%. En 2003 el país vecino
realizó un canje voluntario que tuvo una adhesión muy amplia del 98%. Los nuevos bonos ofrecidos en el canje
mantuvieron el valor nominal original, aunque trajeron un alivio al
extender los vencimientos 5 años y disminuir los cupones de interés.
Una primera pregunta es si Argentina requiere una
quita nominal en el valor de sus bonos.
La deuda con bonistas privados hoy representa cerca del 30% del PBI o dos años
de exportaciones. No tiene nada que ver con el 90% del PBI o más de 4 años de
exportaciones que representaba a fines de 2004 antes del canje de deuda de
principios de 2005. Tampoco con el 100% del PBI o más de 5 años de exportaciones
que representaba en 2002 en el caso uruguayo.
Pero la pregunta realmente relevante es si Argentina
quiere y puede comprometerse a un ajuste fiscal destacable en el mediano plazo.
Este es el aspecto realmente central para
definir si una operación de canje de semejantes características puede terminar
siendo exitosa. Los conocidos casos de Uruguay 2003 o Ucrania 2015 son
elocuentes. Los ajustes fiscales en los
años que se realizaron los canjes respecto al año anterior fueron de unos 3 puntos
del PBI en cada caso y en buena medida se sostuvieron durante los años
posteriores.
¿Estará el sistema político en condiciones de
implementar y sostener un ajuste fiscal semejante? El mercado por lo pronto
desconfía y mucho, porque a pesar
de lo mencionado, los bonos hoy cotizan a precios que descuentan una quita
nominal importante. En otras palabras, descuentan un canje a la "no
uruguaya".
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