ü Llamemos a las cosas por su nombre: estamos en default. Ni técnico, ni anecdótico,
simplemente default. Podrá ser una anécdota si hay acuerdo con los acreedores
en las próximas semanas. Este es el noveno default de la historia argentina, el
tercero en los últimos 20 años.
ü El gobierno
parece tener la voluntad de acordar y, sobre todo, da la sensación de que el presidente
entendió que las consecuencias de un largo período de incumplimiento con
batallas judiciales incluidas son inconsistentes con una recuperación de la
economía y la confianza. Y a la larga,
también implica un costo político.
ü Seguimos pensando que la Argentina tiene un enorme
problema de liquidez más que de solvencia. Esta renegociación de deuda
equivale a algo más del 18% del PBI, aunque cuando se suma la ley local el
número se acerca a 26%.
ü La situación
internacional ayuda a un acuerdo dado que la tasa libre de riesgo y las primas de
mercados emergentes han bajado en los últimos dos meses. El EMBI+ cayó 150
puntos básicos desde el máximo de marzo. La tasa de 10 años está debajo del 1%
y no parece que salga de allí por un tiempo prolongado.
ü Por otro lado, al mercado le cuesta
comprar la sostenibilidad de la deuda argentina. Nadie vio un plan
económico. Menos aún, uno que contemple crecimiento con equilibrio
presupuestario. No hay perspectivas de reformas tales como una migración a una
estructura impositiva más eficiente, apertura comercial, leyes laborales más
modernas y una idea de cómo llevar la inflación a un dígito en el mediano
plazo.
ü La distancia entre las pretensiones
financieras del gobierno y los bonistas no parecen tan grandes, pero hay que
zanjarlas.
Habría una distancia de entre 8 y 10 dólares por bono, para el que se podría
partir diferencias. Pero además se podría incluir algún pago relacionado con el
crecimiento de Argentina (sweetener)
para ayudar a acercar posiciones
ü Hay un incentivo para ambas partes para
lograr un acuerdo. Para Argentina porque un default prolongado sería una amenaza para la
recuperación económica y para la inflación, mientras que para los bonistas un default los obligaría ir a
la vía judicial y bajaría el valor de sus activos. Pero también sabemos por
experiencia, que una oferta muy agresiva no saca a la Argentina del default.
ü Salir del default implica poder restructurar
todos los bonos emitidos bajo ley extranjera, tanto los llamados bonos Macri (emitidos del
2016) en adelante, como los bonos del canje (Par y Discount). En otras
palabras, requiere una aceptación importante.
Los bonos en dólares bajo ley Argentina seguramente recibirán una oferta
similar a los de ley extranjera.
Como decía la película “Juegos de Guerra” en la década del 80: “La mejor estrategia es no ir a
la guerra”. En este caso, la
mejor estrategia tiene que ser resolver el default para evitar males mayores
para la economía.