miércoles, 27 de noviembre de 2019

Condiciones internacionales menos favorables para el crecimiento


El próximo gobierno enfrentará condiciones internacionales que muy difícilmente resulten en un impulso destacable al crecimiento en los próximos años. A diferencia de otras presidencias, que durante su gestión se vieron favorecidas por un aumento de los precios internacionales de las exportaciones y una aceleración del crecimiento regional y del comercio mundial, lo que hoy parece más probable es que la presidencia de Alberto Fernández deba convivir con condiciones internacionales incluso hasta algo menos favorables al crecimiento que las vigentes durante los últimos cuatro años.
Difícilmente los precios de las exportaciones exhiban una suba destacable, en tanto el comercio mundial presenta riesgos de una mayor desaceleración por las tensiones comerciales y a nivel regional las perspectivas no son buenas, tanto en lo referido al crecimiento como a los flujos de IED a la región. Tal vez, el único factor que pueda ser algo más favorable sean las tasas de interés internacionales, que potencialmente podrían ser algo menores a los últimos años, aunque no parece que esto pueda hacer alguna diferencia. 
Hay que decir que esto mismo le sucedió a Mauricio Macri. Las condiciones internacionales del período 2016-19 fueron bastante menos favorables al crecimiento que las vigentes durante las dos presidencias anteriores de Cristina Kirchner (CFK1 y CFK2). Tal vez lo más notable fue la fuerte recesión de Brasil durante 2015-16 y su bajísimo crecimiento posterior, que se extiende hasta la actualidad, lo que explica la clara desaceleración del crecimiento regional respecto a los períodos anteriores. También se destaca la caída en el precio de la soja, de los términos del intercambio (relativamente menor) y de los flujos de IED a la región relativas a las vigentes durante los períodos CFK1 y CFK2.
Considerando las últimas décadas, la mejora más destacable en las condiciones internacionales fue la del período CFK1 respecto a NK, en tanto para el período CFK2 también mejoraron respecto a CFK1, aunque en forma mucho más atenuada.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Ante una nueva dinámica cambiaria


El Banco Central volvió a comprar reservas tras el endurecimiento de los controles cambiarios. En lo que va de noviembre, el Banco Central lleva comprados unos US$ 1,500 millones. Esto sin dudas trajo alivio y marcó un quiebre respecto a la preocupante dinámica previa, por supuesto, al costo de endurecer los controles. Incluso, ha contribuido a estabilizar los depósitos privados en dólares, que han dejado de caer. Como positivo se puede sumar también la caída de la brecha cambiaria, ubicada en niveles sorprendentemente bajos. Buenas noticias que traen alivio en medio de una transición de gobierno.
Esta nueva dinámica cambiaria se ve favorecida por cierto adelanto de las liquidaciones agrícolas, ante la perspectiva de una probable suba de retenciones, luego del 10 de diciembre. El superávit comercial actual, que hacia adelante apunta a la zona de los USD 20 mil millones anuales, es un ancla inmediata para el dólar oficial.
No obstante, la estabilidad cambiaria no está asegurada. En el horizonte aparecen distintos focos de riesgo -algunos tal vez más urgentes que otros- que si no se atienden a tiempo podrían desencadenar un nuevo salto cambiario del dólar oficial el año próximo.
Un primer riesgo es enamorarse el statu quo. El tipo de cambio en 60 pesos por dólar no tiene mucha vida útil con la inflación actual. Si bien cabe esperar que el dólar oficial sea utilizado como ancla antiinflacionaria el año próximo, es importante generar los mecanismos para que se vaya deslizando en el tiempo. La posibilidad de aflojar los controles para que las empresas puedan girar dividendos es una buena señal en ese sentido, que trascendió en los últimos días. 
Un segundo riesgo es un aumento persistente de la brecha cambiaria. Esto podría comenzar a principios del año próximo, si el Banco Central no esteriliza todos los pesos que dejará la emisión monetaria de fin de año (unos AR$ 300 mil millones), y/o si no hay una resolución favorable con la deuda pública. Una brecha cambiaria persistentemente más alta que la actual genera un mercado cambiario disfuncional, donde todos desean acceder para importar y esquivar para exportar. Eso con el tiempo termina desencadenando un salto devaluatorio, del estilo de principios de 2014.
Evitar un nuevo salto cambiario es muy importante por varias razones. Se sabe que siempre son muy costosos, en tanto paralizan la actividad económica y la inversión. Pero además, generan una aceleración inflacionaria, que en las condiciones actuales podría llevarla a un nuevo escalón más alto, bien por encima del 50% anual, lo que generaría una nueva ronda de aumento de la pobreza y deterioro de los indicadores sociales. No hay que subestimar el riesgo de entrar en un ciclo de saltos devaluatorios, seguidos de aceleraciones inflacionarias y nuevos saltos devaluatorios.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Se busca un nuevo instrumento para esterilizar pesos


El Gobierno Nacional necesita de aquí a fin de año unos AR$ 330 mil millones de pesos para cubrir el déficit primario -que en diciembre es estacionalmente alto por el pago de aguinaldos y otros gastos- y los pagos de intereses y capital de las letras en pesos que fueran reperfiladas a fines de agosto y que vencen en lo que resta del año. 
Ante este panorama y sin acceso a fuentes de financiamiento ni a recursos en pesos por semejante monto, a fines de octubre se conoció un decreto del ejecutivo que habilita al Banco Central a efectuarle adelantos transitorios al Tesoro por hasta AR$ 400,000 millones. Este decreto rompió con un principio instalado en los últimos años y reforzado en el ya abandonado programa con el FMI: no financiar al Tesoro mediante emisión monetaria. La necesidad tiene cara de hereje. 


Pero en el horizonte aparecen otras fuentes de emisión de pesos más allá de las necesarias para pagar el déficit y cancelar las letras reperfiladas. La más reciente, es la emisión de pesos para la compra de reservas. Desde el reforzamiento de los controles cambiarios, el Banco Central ya compró unos USD 1,000 millones, lo que representa una emisión de AR$ 60,000 millones. Esto es muy diferente a lo que venía sucediendo. Hasta el control de cambios, la venta de reservas fue el factor de contracción de pesos más importante en el año, incluso más que las Leliqs y los Pases juntos. Pero esta fuente de absorción de pesos no estará más disponible en el futuro inmediato.
El promovido desarme del stock de Leliqs es otra reciente fuente de emisión de pesos que debe ser considerada hacia adelante, sobre todo en tanto sigan bajando las tasas de interés y el próximo Gobierno siga decidido en eliminarlas. Se puede especular también que algunas provincias más adelante puedan llegar a demandarle asistencia financiera en pesos a la Nación para enfrentar sus compromisos, sobre todo las más complicadas en el plano fiscal. La provincia de Buenos Aires aparece por su peso en esa lista.
Ante semejante potencial aumento de la emisión de pesos, la prioridad debe ser entonces recrear la confianza para contar con un instrumento en pesos que permita regular la oferta monetaria. Pagar las letras reperfiladas tal vez sea el primer paso necesario para ir recreando la confianza en el mercado de pesos y poder contar con un instrumento que permita absorber pesos.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Muerta la Leliq, no se acaba la rabia


Los argentinos tenemos una fijación con atacar los síntomas en lugar de solucionar las causas de los problemas. El debate sobre qué hacer con los títulos emitidos por el Banco Central es otro gran ejemplo de una larga saga.
En agosto de 2018 se decidió desarmar la llamada “bomba” de Lebacs. Con el paso del tiempo, el aparente éxito del desarme quedó desdibujado, y se comenzó a demonizar a sus herederas: las Leliqs y las Lecaps. Las Lecaps fueron recientemente reperfiladas y ahora parece que se avanzará en desactivar las Leliqs. Sólo conseguiremos cambiarlas por otro título del Banco Central. Resta saber cómo serán rebautizadas.
Así, se siguen atacando los síntomas, pero no las causas. Lo que hay detrás de esta saga no es otra cosa que la inestabilidad de la demanda de activos en pesos, que obedece a problemas que la economía argentina arrastra de larga data y que no pretendemos abordar aquí.
Todos los Bancos Centrales necesitan hacer operaciones de mercado abierto para regular la cantidad de dinero. Algunos compran o venden bonos de las Tesorerías Nacionales en el mercado secundario y otros emiten directamente títulos propios del Banco Central. De hecho, las clásicas Lebacs siempre fueron consideradas instrumentos de regulación monetaria. 

A continuación un repaso de esta larga saga:

A mediados de agosto de 2018 el Banco Central publicó su plan de cancelación gradual de stock de Lebacs, que había llegado a un nivel de AR$ 1.0 billón. El plan se basó en ofrecer un monto menor a los vencimientos y en limitar la suscripción de participantes no bancarios.
Así, se apuntó a segmentar a los inversores que hasta ese momento estaban todos “mezclados” en el cajón de Lebacs. Los individuos dejaron de tener acceso a instrumentos de regulación monetaria, que de esta manera pasaron a estar concentrados en bancos bajo supervisión directa del BCRA e impedidos por la regulación de dolarizar sus tenencias. 
Se intentaba recuperar la intermediación bancaria: muchos inversores se vieron forzados a dejar de invertir de manera directa en Lebacs y comenzaron a invertir en depósitos a Plazo Fijo o Lecaps (que más tarde fueron perjudicados por el reperfilamiento).
Hacia fines de 2018 ya no había stock de Lebacs, pero el plazo promedio de los pasivos del BCRA se había reducido fuertemente a 7 días (las Lebacs se emitían a un plazo mínimo de 35 días) y el costo cuasi-fiscal se había incrementado materialmente (las tasas de Leliqs alcanzaban 60% para entonces). A esa fecha, las Leliqs sumaban AR$ 722 mil millones.
En agosto de este año y previo a las PASO, el stock de Leliqs tocó un máximo de AR$ 1.3 billón. Con la introducción de los controles cambiarios en septiembre, perdió sentido mantener tasas de interés muy positivas en términos reales, ya que el objetivo primordial era combatir la dolarización de carteras ante la incertidumbre política. El recorte de tasas de política monetaria desde entonces viene arrastrando hacia a la baja las tasas pasivas, lo que trajo salida de depósitos y reducción del stock de Leliqs.
Adicionalmente, desde el 1 de noviembre los bancos no podrán integrar los requisitos de liquidez de cuentas a la vista con Leliqs, lo que quitará demanda a este instrumento por aproximadamente AR$ 150 mil millones. Es probable que para fin de año el stock de Leliqs sea muy menor al actual, pues esperamos más recortes de tasas y cambios regulatorios donde los bancos enfrentarán modificaciones en la estructura de encajes.

Mirando hacia el futuro, siempre será necesario que el Banco Central pueda afectar la cantidad de dinero, ya sea ante una caída estacional de la demanda de pesos (como ocurre estacionalmente a principios de año) o cuando hay un ocasional exceso de oferta de dólares en el mercado cambiario (en algún momento del año próximo deberían estabilizarse las expectativas y las variables macro).
No importa qué nombre demos a esos títulos, siempre para el Banco Central será necesario absorber o inyectar pesos, y la contrapartida de esos movimientos serán títulos propios, o en su defecto del Tesoro. Lo importante es que el plazo y la tasa de esos instrumentos sean acordes y consistentes con el resto del esquema de política económica y que los shocks negativos sobre la confianza sean cada vez menos frecuentes o intensos.