Las
subas del tipo de cambio, las tasas de interés y el riesgo país de las últimas
semanas configuran un entorno menos favorable para el crecimiento y la
desinflación en lo que resta del año. Aún asumiendo que no hay
nuevas turbulencias y que un programa creíble con el FMI permita estabilizar
las expectativas del mercado, creemos que este
año el crecimiento se verá afectado y que la inflación y el tipo de cambio real
serán más altos que lo esperado inicialmente.
Si
bien la corrida cambiaria parece haber encontrado un punto de inflexión la
semana pasada tras la licitación de Lebacs, es
muy importante tener presente que la estabilización del mercado
cambiario depende crucialmente de que no se repitan nuevos shocks externos y de
una efectiva implementación de las próximas medidas de política económica. Bajo
este supuesto de una vuelta de la calma al mercado es que detallamos a
continuación los posibles impactos en diferentes variables.
La
actividad económica esperamos que se expanda apenas 0.9% este año, frente
al 1.8% que esperábamos meses atrás. Creemos que habrá caídas en el segundo y tercer trimestre y un tenue repunte en el
cuarto. En este trimestre incidirán la sequía y el estancamiento del crédito y
en el tercero sobre todo la caída del salario real, en tanto la actualización
salarial y de las jubilaciones permitiría recomponer el consumo recién en el
último trimestre.
La
inflación esperamos cierre el año en torno al 26.5% anual. La
reciente suba del tipo de cambio tendrá cierto traslado a los precios, sobre
todo de bienes transables. Si bien
el traslado a precios sigue siendo más alto que en otros países de la región,
en los últimos años ha mostrado cierta moderación. Esta previsión de inflación
asume un traslado moderado.
El
tipo de cambio creemos que se ubicará en torno a 27 pesos por dólar hacia fin
de año. Una vez anunciado el acuerdo con el FMI, creemos que el
Banco Central abandonará el actual "techo" de 25 pesos y retomará la
flotación "sucia" de los últimos dos años. En paralelo, las tasas de
interés comenzarán lentamente a bajar. Con todo, en este contexto el tipo de cambio real a fin de año se ubicaría en
torno a los niveles actuales, lo que significa un 20% más depreciado que el
promedio del año pasado.
Las
cuentas fiscales y externas tendrán un alivio por la suba del tipo de cambio y
la inflación. La mayor inflación ayudará a licuar aquella porción
del gasto público que no se encuentra indexada y a mejorar relativamente la
performance de la recaudación. A esto hay que sumarle el posible endurecimiento
de la política fiscal tras el acuerdo con el FMI y la decisión de Macri de
centralizar en Dujovne las decisiones económicas para mejorar la coordinación.
Las cuentas externas podrán bajar el déficit sobre todo por el encarecimiento
del turismo y los bienes de consumo importados. El déficit externo podría
reducirse en unos US$ 5000 millones anuales.
Las
condiciones financieras internacionales resultaron menos favorables en los
últimos meses. La suba de la inflación esperada y el endurecimiento de
la política monetaria en EEUU elevaron las tasas de interés y provocaron un
fortalecimiento global del dólar y cierta retracción en la liquidez global. La búsqueda de un programa con el FMI llega
justamente para adaptarnos a un contexto en el que se enfrenta un mundo
financieramente más complejo para Argentina.
La reciente
turbulencia muestra lo reactiva que es la economía argentina a cambios globales
en las valuaciones de riesgo, tanto en términos
absolutos, considerando el fuerte aumento del riesgo país o el tipo de cambio,
como relativo a otros países de la región, que la atravesaron mejor de la mano
de mejores fundamentals. No hay que esperar que esta mayor
vulnerabilidad desaparezca tras el acuerdo con el FMI. Para ello deben mejorar
los fundamentals y eso no se puede
lograr de la noche a la mañana.