Las perspectivas
de crecimiento de este año cambiaron mucho tras la sequía y sobre todo la crisis
cambiaria de los últimos meses. Actualmente, esperamos una caída del PBI de 2.5% para este año. Esta caída dejará
un arrastre negativo de 3.0 puntos porcentuales para el año 2019. Si bien
esperamos una recuperación de la actividad desde principios del año próximo, con semejante arrastre negativo la expansión
anual del PBI en 2019 rondaría el 0%.
En 2018 tendremos una nueva recesión en un año par, al
igual que en 2012, 2014 y 2016. No obstante, la recesión de 2018 promete ser bastante más
pronunciada que las anteriores, en tanto combina una importante sequía
(sólo en la de 2012 hubo otra sequía, aunque bastante más suave) y una fuerte devaluación
(mayor que las de 2014 y 2016). En efecto, la
diferencia entre el máximo previo a la fase recesiva y el mínimo posterior rondaría
el 7.3% en la recesión de 2018, frente a apenas el 3.3% de contracción en la
recesión de 2016, 3.8% en la recesión de 2014 y 4.5% en la recesión de 2012.
La recesión de 2018 también es diferente a las demás
porque traerá consigo una mayor caída de la absorción doméstica, que no es otra
cosa que el consumo y la inversión. Esto implica
que, a diferencia de las experiencias
pasadas, la salida de la recesión esta vez estará basada mucho más en el
crecimiento de las exportaciones. La contracara de esto será una disminución
del déficit de cuenta corriente en 2019, a diferencia de las últimas
recesiones, cuando la salida de la recesión implicó un aumento del déficit
externo. Esta es una buena noticia para
la estabilidad macroeconómica, aunque también es una mala noticia para el Gobierno
en un año electoral.