martes, 22 de octubre de 2019

El próximo gobierno enfrenta decisiones difíciles en tarifas, subsidios e inflación


Tras las PASO, el gobierno decidió frenar los ajustes tarifarios previstos para el resto del año y congelar el precio de las naftas y del resto de los combustibles por 90 días. Estas medidas se tomaron para atenuar en el corto plazo la aceleración inflacionaria derivada de la devaluación del 30% que siguió al resultado electoral. Sin este congelamiento, la inflación actual sería aún mayor.
No obstante, la magnitud del rezago tarifario que se irá acumulando hasta fin de año ante la suba del dólar y los precios locales representa un desafío para todo el esquema de política económica del próximo gobierno, en tanto plantea dilemas en materia inflacionaria, fiscal y productiva.
En órdenes de magnitud, el rezago tarifario acumulado estos meses equivaldría a un punto anual del PBI y desandaría la mitad del ahorro fiscal anual de dos puntos generado a partir de los aumentos tarifarios dados entre 2016 y 2018, que permitieron bajar los subsidios fiscales desde 4 puntos del PBI en 2015 a 2 puntos en 2018 (incluyendo gas, electricidad y transporte).
La política energética del próximo gobierno es un gran interrogante, pero plantea dilemas a todo el esquema de política económica. Si el año próximo las tarifas suben en línea con la inflación, lo que a priori luce políticamente desafiante ante la delicada situación económica y social actual, los subsidios fiscales entonces deberían crecer alrededor de un punto del PBI para compensar a productores y generadores del retraso tarifario post PASO (lo que llevaría los subsidios a 3 puntos del PBI en 2020). Aunque por supuesto está la posibilidad de que el gobierno decida no compensarlos o hacerlo apenas parcialmente, a riesgo de desalentar el suministro y las inversiones.
En este punto es donde se destaca Vaca Muerta, sector estratégico que requiere reglas estables y claras para desarrollarse y generar las divisas que la economía precisa para importar y poder expandirse en los próximos años. En el caso del shale oil, el potencial exportador en los próximos cinco años es de unos USD 20 mil millones anuales, pero esto requiere que las actuales inversiones no se detengan. El reciente congelamiento decretado generó una brecha de 30% entre el precio del barril local y el internacional. Bajo estas condiciones, el desarrollo de Vaca Muerta es inviable.
Es muy probable que esta situación cambie el año próximo y el sector petrolero vuelva a operar en un entorno más favorable para las inversiones y la exportación, en tanto su desarrollo es estratégico. Sin una compensación fiscal mediante -que haría crecer el peso de los subsidios-, esta corrección tendría un impacto inflacionario durante la primera mitad del año, en tanto implicaría un aumento real en el precio de la nafta, que hasta ahora también acumula un atraso del 30%.
Distinta sería la situación para el gas y las generadoras eléctricas, en tanto actualmente hay un exceso de oferta en ambos sectores, que ante la falta de infraestructura no puede canalizarse a la exportación. En este marco, no es descabellado que el año próximo el congelamiento tarifario se prolongue -al menos parcialmente- en el caso del gas, electricidad y transporte público. Esto ayudaría a seguir atenuando la inflación aunque le sumaría aún más presión a los subsidios y las cuentas fiscales, si bien el gobierno podría optar que los productores tomen parte de las pérdidas a riesgo de afectar el suministro y las inversiones. Dilemas que le aguardan al próximo gobierno.   
Hasta ahora, el impacto fiscal del congelamiento es acotado en la caja, ya que el gobierno está compensando poco y nada a los productores. En el caso del petróleo, y a cambio de desistir la vía judicial, el gobierno ofreció casi AR$ 2 mil millones por mes -para compensar a las petroleras y en menor medida a las provincias por la menor recaudación-, que a los precios actuales (USD 59 Brent vs USD 46 barril local) compensa apenas el 20% del atraso generado.
En síntesis, el congelamiento tarifario trae alivio a corto plazo, aunque a mediano plazo le pone presión a la inflación y las cuentas fiscales. Es muy probable que el año próximo los subsidios a PBI vuelvan a crecer y que los ajustes tarifarios que finalmente se realicen le aporten a la inflación un componente que hasta ahora ha estado ausente desde el congelamiento. Si a esto se le suma la posibilidad de volver a emitir dinero y cobrar el señoreaje, se hace cuesta arriba pensar que la inflación el año próximo pueda bajar.

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