El tipo de cambio real multilateral actual es 18% más alto que durante
el período 2016-17, antes de la crisis cambiaria de 2018. No es una suba
destacable. En su peor momento, cuando el dólar saltó a 40 pesos a fines de
agosto pasado, llegó a estar 55% más alto. Desde entonces se ha estado
apreciando, aunque ese recorrido no fue lineal ni poco volátil. Se conjugaron
aspectos monetarios, externos, políticos y expectativas, que deben sostenerse
en algunos casos y validarse en otros. En este sentido, el nivel del tipo de cambio real actual refleja una mirada posible
aunque a nuestro entender demasiado constructiva sobre el futuro de la economía
argentina.
Vayamos un poco hacia atrás. Tras el
"overshooting" de fines de agosto que llevó a la puesta en vigencia
del nuevo régimen monetario en octubre pasado, el peso se apreció en términos
reales y desde entonces se movió dentro de cierto rango, aunque con bastante
volatilidad y en buena medida al compás de las encuestas y las sorpresas
inflacionarias.
Hasta que hubo dos hitos destacables. El primero a fines de abril, cuando se
anunció que el Banco Central podía
intervenir en el mercado de cambios. Esto tuvo un impacto muy destacable sobre la volatilidad nominal (y real) del tipo
de cambio, aunque no tanto sobre su nivel. El segundo a principios de junio, cuando se anunció a Pichetto como
vicepresidente de Mauricio Macri. Este anuncio, sumado al anterior, impulsó al
peso y a la demanda de activos en pesos, lo que coincidió con un buen momento
en general para las monedas emergentes. El
efecto sobre el nivel del tipo de cambio real (y los activos argentinos en
general) fue más evidente y desde entonces el peso se apreció casi 10% en
términos multilaterales, saliendo finalmente de ese rango en el que se ubicaba
desde noviembre pasado.
Miremos ahora hacia delante. Hay dos aspectos que nos preocupan. El
primero es la volatilidad del tipo de cambio real, que aún tras el anuncio
sigue siendo elevada cuando se la compara contra otras monedas emergentes.
La volatilidad es mala porque desalienta las exportaciones y las inversiones en
general. Para reducirla en serio hay que seguir avanzando en la consolidación
fiscal y hacer reformas estructurales que disminuyan el sesgo antiexportador y
aumenten el comercio internacional. El
segundo es el nivel del tipo de cambio real. A nuestro entender, la
fortaleza real del peso en estos días está exacerbada por la política
monetaria, que va a requerir modificaciones luego de las elecciones, y por
expectativas electorales y políticas que ya descuentan un triunfo del
oficialismo que aún debe ser validado en las urnas. Además, consideramos asume
que durante los primeros meses de gestión el país regresa rápidamente al
mercado del crédito voluntario. Es un
futuro posible, incluso probable, aunque a nuestro entender demasiado
constructivo con la información hoy disponible.
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