En
2018 la economía argentina sufrió una crisis cambiaria, que se tradujo en una depreciación muy
fuerte del tipo de cambio, altas tasas de interés y una caída en el nivel de
actividad, agravada por una importante sequía.
En
este contexto, los más afectados han sido los asalariados, que cierran el año
con caídas en el salario real de más de 10 puntos respecto a un año atrás, el crédito en especial a pymes, el
sector industrial en general y el consumo sobre todo el masivo y el de bienes
durables. Hay algunos sectores que han
atravesado esta coyuntura con menores dificultades, como el sector energético,
la minería, algunas economías regionales y los exportadores de servicios. Para
el año entrante las perspectivas del sector agrícola y de algunos sectores
industriales son mejores.
¿Qué
ocurrió en 2018? La
estrategia de ajuste gradual del déficit fiscal y de financiamiento a través de
ingreso de capitales tenía como riesgo un cambio en las condiciones de acceso
al crédito internacional que finalmente se gatilló. El corte abrupto en el
financiamiento externo provocó un ajuste del tipo de cambio nominal cercano al
100%, una inflación acumulada de 47% a fin de año, con un riesgo país más que
duplicándose y subiendo 400 puntos básicos y un PBI cayendo 1.8%.
Si
bien las condiciones financieras para los países emergentes empeoraron durante
el año con la suba de tasas americana y el fortalecimiento global del dólar,
Argentina fue especialmente castigada por motivos domésticos. El alto déficit externo de la cuenta
corriente, errores en la política monetaria, un programa con el FMI que en
primera instancia falló, la aceleración inflacionaria y la suba del riesgo
país, fueron todos factores que explican la fuerte suba en las tasas de
interés, el racionamiento del crédito y la recesión que estamos atravesando. Si
bien los fundamentals serán más sólidos
tras la corrección en curso, ésta no deja de ser dolorosa y plantea un desafío
para el gobierno de cara a un año electoral.
Los
sectores que sobrellevan mejor este contexto son aquellos que requieren de
menor crédito y cuya demanda es menos elástica al nivel de masa salarial,
especialmente los orientados al mercado externo.
El campo, algunas economías regionales, la minería, la exportación de
servicios intensivos en conocimiento y el sector de energía están en mejores condiciones
y se mantendrán en buena forma el año que viene.
En
cuanto a las perspectivas para 2019, el ciclo político será fundamental y las
elecciones presidenciales del año que viene marcarán la cancha. A pesar de
tener por delante un año con mucha volatilidad, no esperamos que se repitan las
circunstancias del año que termina. La desaceleración inflacionaria, una recuperación tibia del salario
real y un mayor empuje de Brasil ayudarán a que los rezagados de este año
recuperen parte del terreno perdido. Los ganadores de este año probablemente
mantengan una posición privilegiada.
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