La
inversión actualmente está creciendo en torno al 15% anual, con la construcción
liderando la expansión a un ritmo del 20%. Es el componente de la demanda
agregada que está creciendo más rápido. Es un alza significativa, que permitirá
elevar la tasa de inversión de este año a algo más del 16% del PBI, por encima de los niveles registrados durante el "cepo" y
del 15% que promedió los últimos dos años.
Una tasa de
inversión del 15% del PBI apenas alcanza para recomponer la depreciación del
capital, es decir, no permite aumentar la producción a largo plazo. Para crecer al 3% o 4% anual en forma
sostenida, la tasa de inversión debe seguir aumentando hasta representar al
menos el 20% del PBI. Para ello, la inversión física debe mantener tasas de
crecimiento anual de dos dígitos en los próximos años. Si la inversión promediara un crecimiento anual de 10% en los próximos
años, hacia el año 2021 la tasa de inversión alcanzaría el 20% del PBI,
superando el máximo histórico de 19.5% del año 2007.
La dinámica reciente de la inversión cuenta
una historia similar a la actividad económica, lo que no debería sorprender. Comenzó
siendo bastante heterogénea, liderada por la maquinaria agrícola y los proyectos
de energía renovable, para luego
propagarse a otros sectores, incluyendo la construcción, que ya superó la
"resaca" que padeció en 2016 por la exacerbación y los impagos de
obra pública de la segunda mitad de 2015. Si
bien la expansión de la inversión sigue a distintas velocidades, se encuentra mucho
más difundida entre los sectores.
La obra pública (20% de la inversión): lidera la expansión de la construcción,
en tanto la cantidad de licitaciones en el primer semestre del año se duplicó respecto
a un año atrás. Por ello, no debe sorprender que lo mismo suceda con el consumo
de insumos representativos de la obra pública, como el asfalto vial, que
acumula un alza de 102% en el año.
La construcción privada (40% de la inversión): está creciendo a un ritmo más moderado, aunque sostenido, según se
desprende del ritmo de despacho de insumos para la construcción residencial y
el repunte de los permisos para obras privadas. Si bien el impacto macro de los
créditos UVA es aún muy acotado, en el margen logran empujar la demanda de
construcción residencial. Aún así, algunos componentes de la construcción
privada, como las construcciones petroleras, siguen en retroceso.
Inversión privada en bienes de capital (40% de la
inversión): mantiene un ritmo de crecimiento en
torno al 8% anual, que se inició a principios de
2016, en tanto fue el primer componente de la inversión en reaccionar
positivamente, a pesar que en aquel año cayeron tanto la actividad económica
como la inversión, ésta última por la caída de la construcción. Lógicamente,
hay sectores que lideran la expansión (alimentos, energías renovables, gas,
servicios profesionales, etc.), mientras que otros van mucho más rezagados, entre
ellos se destaca el sector manufacturero, que en su conjunto no ha logrado elevar
la inversión. Esto coincide con la dinámica que muestra el empleo industrial,
que aún no ha logrado estabilizarse. Por supuesto, también existen importantes
asimetrías dentro del sector manufacturero, en tanto hay sectores que sí han
invertido y aumentado su capacidad de producción (cemento y metalmecánica) y otros
que han incluso desinvertido en el último año y medio (como el textil y
papelero). Elevar la inversión del sector industrial es uno de los mayores
desafíos. Para ello, la lenta pero sostenida recuperación de la demanda de
Brasil es una buena noticia.
La inversión extranjera directa representa alrededor
del 10% de la inversión total en Argentina, y se concentra mayormente en los
bienes de capital. En el primer trimestre del año
creció 30% respecto a un año atrás y podría acumular en el año un alza cercana
al 40%. No obstante, este crecimiento
rápido sucede desde niveles muy bajos, en tanto la IED este año representaría
cerca del 1.5% del PBI, quedando aún muy lejos del promedio de América Latina,
que se ubica en torno al 3.5% del PBI.
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