De un lado, al Gobierno se lo acusa de ser tibio, o demasiado gradualista en el mejor de los casos, con la agenda de
reformas, al no llevar adelante ningún ajuste para bajar el déficit fiscal y
abrir la economía. Del otro, se lo acusa
de haber implementado un ajuste brutal sobre el salario real y el empleo,
de la mano de un tarifazo y una avalancha de importaciones tras la
"megadevaluación" de un año atrás.
¿Hubo ajuste fiscal el año pasado? No. Si
bien el gasto cayó en términos reales luego de muchos años de crecer en forma
ininterrumpida, el pago de deudas flotantes, la caída en los ingresos fiscales
y el recorte de algunos impuestos hicieron que el déficit fiscal se mantuviera
relativamente invariante.
¿Hubo ajuste en la política monetaria? Sí. Las tasas de interés esperadas volvieron a ser positivas en
términos reales, tras muchos años de tasas fuertemente negativas.
¿Hubo ajuste en precios relativos? Sí. Tanto
las tarifas como el tipo de cambio subieron más que la inflación general. El
año pasado, las tarifas en promedio subieron 100%, frente a una inflación de
36.6%. Por su parte, el tipo de cambio real multilateral actualmente se ubica 19%
por encima de los días previos a la asunción de Macri.
¿Hubo caída en el salario real? Sí.
Derivado sobre todo de la aceleración inflacionaria tras el ajuste de tarifas y
la unificación cambiaria, los salarios reales cayeron 5.1%, algo más que el
3.8% que cayeron en 2014.
En síntesis, ha habido un ajuste, pero fue en precios relativos y en
la tasa de interés, y no en el déficit fiscal.
La estrategia de atacar el déficit fiscal en forma gradual sin duda
fue acertada, dado que la economía se encontraba en recesión y una baja del
gasto más grande o una suba de impuestos seguramente hubieran agravado la
situación económica y social.
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