Para esta época del año se esperaba una economía llena de brotes
verdes y generando empleo. El famoso segundo
semestre de crecimiento no ha llegado y los pocos brotes del consumo que
aparecieron allá por agosto parece que se han secado. ¿Qué anda pasando y qué puede pasar?
La recesión del primer semestre se
explica en gran parte por la combinación de la baja en el poder adquisitivo del
salario, de la incertidumbre que generaron las subas de las tarifas y la
devaluación y su impacto en la inflación, que llegó al 6.5% mensual, la caída
de la obra pública y las altas tasas de
interés.
Sin embargo, a pesar de que todo
esto quedó atrás y que casi todas estas variables han vuelto a sus niveles
anteriores (inflación promedio en 1.8% mensual, tasas de interés en 25%, etc.),
la economía no da muestras de repuntar.
El salario real todavía no ha vuelto a sus niveles previos, es cierto, aunque
se ha recompuesto en los últimos meses y respecto a los niveles del primer
semestre. ¿Dónde está el problema entonces?
La pregunta más simple es ver si el problema surge porque la oferta
no responde, o sea, cuellos de botella, o es un problema de falta de demanda.
Por el lado de la oferta, no parecería haber problemas: la industria tiene capacidad ociosa y también es cierto que los
negocios se quejan de que la gente no entra a comprar. Si bien la inversión
ayuda a aumentar la capacidad productiva de largo plazo y el proceso de
construir fábricas e infraestructura genera trabajo, en la actualidad sólo
ronda el 17% del PBI por lo cual no alcanza para que la economía arranque ya.
Todo indica que lo que el gobierno tiene que estimular en el corto
plazo es el consumo, y para eso el análisis macroeconómico indica que lo que
hace falta es estímulo monetario o fiscal. Por el
lado monetario, lo que se podría hacer es bajar la tasa de interés, pero eso no
parece probable, dado que el Banco Central está con una política de metas de
inflación que implica una política monetaria restrictiva. Por el lado fiscal,
este año el gasto público ha subido mucho menos que el PBI nominal, lo que indica
que la misma también ha tenido un sesgo contractivo (para muestra sirve la
caída en la obra pública).
Dado que no hay un problema por el lado de la oferta, lo que esta
economía necesita es un empujón para que arranque.
Es como un auto al que le arreglaron el motor, le cambiaron el aceite y los
filtros, le alinearon la dirección, arreglaron los frenos y está listo para
salir a la ruta pero que al momento de darle arranque no enciende. La solución
clásica en ese caso es empujarlo y darle envión.
En el caso de nuestra economía, también todo está listo para que
arranque. Hay reservas, hay crédito, se puede
importar y hay capacidad instalada. Lo que hace falta es poner la economía en
movimiento, y una vez que empiece a andar seguramente va a haber un ciclo
virtuoso de mayor demanda, mayor producción, mayor empleo y mayor inversión. Y
a diferencia del pasado, no hay razones que fuercen un frenazo por falta de
dólares o de financiamiento externo.
El envión hoy debería venir de un estímulo temporario a la demanda,
con medidas como los bonos de fin de año, rebajas temporarias en impuestos al
consumo que ayuden a adelantar decisiones, o algún incentivo a la inversión
(como depreciación acelerada) que los impulse a tomar las decisiones ya.
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