El déficit externo ha crecido sustancialmente en los
últimos años. En 2017 se ubicará cerca de 4.6% del
PBI y es posible que este año incluso sea algo superior. Hay tres causas directas detrás de este deterioro: la caída en los
precios de las exportaciones, las menores exportaciones a Brasil por la crisis
que atraviesa y el aumento del turismo emisivo.
Las dos primeras causas, que son las más importantes,
fueron causadas por "shocks externos" y por ende escapan del alcance directo
de la política económica. El tipo de cambio real, muchas veces señalado como
causante del deterioro de las cuentas externas, en sí mismo no tuvo nada que
ver. El
mayor déficit externo tampoco corresponde a mayores importaciones, ni a mayores
pagos de intereses de la deuda ni a mayores giros de utilidades tras la salida
del cepo. Los pagos totales de rentas son bastante similares y las
importaciones incluso menores.
Entre 2011 y
2017 el déficit externo de cuenta corriente creció USD 23 mil millones, al
pasar de 1.0% a 4.6% del PBI. Este deterioro coincide con la caída de USD 24
mil millones en las exportaciones de bienes. Esa caída puede descomponerse en una merma de USD 8 mil millones de
las exportaciones a Brasil y en una caída de USD 16 mil millones por el
retroceso de 20% en los precios de las exportaciones.
El turismo emisivo sí es afectado por el tipo de
cambio real. Aunque el fuerte crecimiento que tuvo en los últimos años parece
haber ido más allá de la apreciación del peso. Si
bien el tipo de cambio real multilateral en 2017 estuvo 30% más apreciado que en
2011, la cantidad de argentinos viajando por el exterior se duplicó de 2.2
millones a 4.5 millones en 2017.
En síntesis, el aumento del déficit externo de los
últimos años está mucho más explicado por la recesión en Brasil y la caída de
precios internacionales que por la apreciación del tipo de cambio real. La
recuperación de Brasil y la disminución del déficit fiscal ayudarán a ir
reduciendo el déficit externo en los próximos años. El tipo de cambio real se
mantendrá en torno a los niveles actuales, mientras las condiciones financieras
internacionales y los precios de las exportaciones no cambien
significativamente. No hay que pedirle peras al olmo.
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