La
presión tributaria de Argentina es de las más altas del mundo y está basada en
un gran número de impuestos que desincentivan la producción, el empleo y un
mayor uso de cuentas bancarias.
El
sistema tributario argentino tiene un diseño muy diferente al resto de los
países. Tiene una relativamente baja incidencia de impuestos directos o
"progresivos" que gravan los ingresos o la propiedad de las personas,
como Ganancias o Inmobiliario, y una muy
alta incidencia de impuestos indirectos que gravan la venta o el consumo final
de bienes y servicios, como IVA o Ingresos Brutos.
Además, es
alta la incidencia de impuestos distorsivos, que afectan la asignación de
recursos y erosionan la competitividad, como el Impuesto al Cheque, a los
Ingresos Brutos, a las Exportaciones o a la Inflación (aunque estos últimos dos
en franca declinación). Por último, los denominados "impuestos al trabajo", que financian al sistema de
seguridad social, también tienen un peso
importante, en tanto en el caso
argentino el sistema es público y de reparto, lo que no sucede en todos los
países.
La reforma
tributaria que anunció el Gobierno pretende que el sistema argentino sea más
parecido al del resto del mundo. Los principales cambios implican bajar la
presión impositiva a las empresas para favorecer la inversión y aumentar la
presión a los individuos, buscando elevar la incidencia de impuestos más
progresivos. En Argentina las empresas pagan por Ganancias (3.3% del
PBI) un poco más que en el promedio de los países de OECD (3.1%), pero los individuos pagan (2.2% del PBI)
sustancialmente menos que en OECD (9.2%).
Para las
empresas, se plantea la posibilidad de tomar a cuenta de ganancias al menos
parte del impuesto al cheque, una rebaja de los aportes patronales para
salarios menores a 12 mil pesos y sobre todo una rebaja en Ganancias de 35% a
25% de manera gradual y en un plazo de 4 años, si las utilidades son
reinvertidas.
Lo más discutido hasta ahora es un nuevo impuesto a la renta financiera para individuos. Si bien este tipo de impuesto existe en la mayor
parte de los países, en Argentina es particularmente controvertido debido a que
la tasa de inflación es alta, con lo cual gran parte del interés en pesos
no es "renta" sino que es una
compensación por la depreciación de la moneda y que busca preservar valor
del capital. Esa compensación no debería
estar gravada.
Por otro lado, sería deseable que su diseño minimice el impacto sobre los instrumentos
de ahorro de más largo plazo. Por
último, la recaudación de este impuesto, que en términos relativos no será
significativa por ahora, probablemente sea coparticipada y por ello parece ser la carta del Gobierno en el Congreso para
negociar con las provincias una rebaja del impuesto a los ingresos brutos.
No obstante, resta
todavía la definición en el Congreso.
De donde sacan los datos para decir esto: "...o a la Inflación (aunque estos últimos dos en franca declinación)"...estamos peor que hace 2 años y siguen con la cantinela.
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