No es lo mismo bajar la inflación atrasando algunos precios, como en años
anteriores se hizo con las tarifas de los servicios públicos o el tipo de
cambio, que no hacerlo. Sobre todo, porque esas desinflaciones
inevitablemente serán transitorias, como la que conocimos en 2015, por ejemplo.
Bajar la inflación mientras se da un cambio (necesario) en los precios
relativos de la economía es más difícil y seguramente toma más tiempo, aunque
también asegura una desinflación mucho más permanente. Distinguir los
efectos particulares también es más complejo, en tanto la "core" no
es invariante a los ajustes en las tarifas de los servicios públicos regulados.
Por ello, no hay que
perder de vista que ha estado creciendo
la incidencia directa de los precios regulados en la inflación general o
"headline". Un tercio de la inflación en lo que va del año la
explican los ajustes de tarifas. Nunca hubo tanta incidencia. Y nadie sabe
cuánto es la incidencia indirecta sobre la "core", aunque seguramente
debe haberla, sobre todo a corto plazo.
Ya han pasado 15 meses
desde la salida del "cepo". Desde entonces, las tarifas de los
servicios públicos subieron 110%, el dólar 60% y la inflación general 50%. Por
el contrario, en los 15 meses que siguieron a la devaluación de enero de 2014,
las tarifas de los servicios públicos subieron 30%, el dólar 40% y la inflación
general 45% (en CABA). Es un cambio
cualitativo muy importante. Aunque seguramente no conforme a muchos, en
tanto la inflación "headline" aún sigue siendo muy alta. No obstante, invita a esperar una
desinflación permanente en los próximos años.
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