El peso argentino lentamente está comenzando a flotar. Esto implica empezar a desvincularse del histórico apego al dólar
estadounidense y acoplarse a los movimientos comunes que registran las monedas
de la región y las emergentes en general. Es algo que ya está comenzando a
suceder.
Soltar el histórico anclaje al dólar para flotar y
dejarse llevar por las corrientes donde navegan el resto de las monedas
emergentes es una innovación. No ha sucedido antes en Argentina. El miedo a flotar, pero también el miedo a apreciar, fueron algunas
de las razones del apego al dólar. Flotar es también una condición para
implementar las metas de inflación en los próximos años.
No entender la importancia de flotar y dejarse llevar
por las corrientes donde navegan el resto de las monedas emergentes hizo que muchas
veces el peso argentino quedara al borde del naufragio. Sin ir más lejos, el año pasado el peso fue a contramano del resto.
La correlación del peso con las monedas emergentes fue negativa. Mientras éstas
se depreciaban, el peso se apreciaba sistemáticamente frente al dólar. Como
contrapartida, el Banco Central intervino en el mercado cambiario en el 100% de
las jornadas, por supuesto, casi siempre vendiendo divisas. Ya sabemos cómo
terminó esa historia. Y la hemos visto repetirse demasiadas veces.
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